sábado, 18 de abril de 2009

Aprender a leer


Sólo hay una cosa mejor que un libro, dos libros. En el cuento de Neil Gaiman, Coraline, la muchachita inquieta, aburrida, traspasa la puerta abierta. La puerta tabicada, pero abierta. Quizás ahí aprendí que si tenemos nombre es porque no nos conocemos. Yo soy rayo cósmico. Ese es mi nuevo nombre. Quizás lo necesitaba porque aún no sé del todo quién soy, tal vez porque tampoco me interese saberlo. Vivo. Patino. Leo de nuevo cosas antiguas. Reinvento el placer de leer. Es temprano. Nunca más me conectaré al messenger. Mucha loca, también mucha teoría sobre el amor. Yo prefiero la textura de las páginas rugosas de mi Simenon, de Las memorias de Maigret, qué gusto deslizarse por las páginas de este libro o repasar las viñetas de Los cuatro ríos de Fred Vargas y Baudoin. Un gusto de novela negra. Pocos nombres, muchos sospechosos.

Y me acuerdo de mi amigo Antonio Aguilar, que dice que hace mucho tiempo que no lee con pasión. O sí. Porque sé que ha colocado El lector en su caja de tormentas, aunque no le ha gustado la novela, muy plana, escrita de una forma lineal y vacía. Así que si dice eso es que a lo mejor ha pasado también la puerta, a lo mejor también se ha cambiado el nombre, a lo mejor ha dejado de responder, a lo mejor sabe que el nombre es algo que pertenece a los otros, esa parte nuestra para que los otros nos conozcan.

Puertas, libros, y esta música. ¿La oyes? Es algo extraño, como el roce de las esferas del mundo bajo la luz del rayo cósmico.

1 comentario:

  1. Yo también leí en su momento "Coraline" y me encantó. Por cierto, se ha adaptado al cine con la animación de Henry Sellick, el responsable de "Pesadilla antes de navidad". Ya veremos lo que sale.

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