lunes, 4 de mayo de 2009

La balada del Checo


Yo no soy tu personaje, pensó. Es imposible que me conviertas en el personaje de este relato.

Pero en su interior sabía que era bastante probable que aquel relato hablara de él, que él, con sus trazas de antihéroe fuera el protagonista de aquel relato. No era la primera vez que este escritor tomaba la vida de algún amigo como hilo argumental de sus relatos. Pensó que tendría que hablar con De Morales para saber cómo sería su vida a partir de ahora. Sabía que tendría que aclarar lo antes posible este malentendido, que tendría que valorar las consecuencias de este error, de este fallo de dimensiones aún no sopesadas.

Tal vez sólo fuera una coincidencia, pensó. Es imposible que me convierta en el personaje de este relato.

Un coincidencia, se dijo, pero allí estaba su nombre, escrito al inicio de todo. La balada del Checo, leyó, releyó. En otras ocasiones anteriores se había identificado con algún texto del salón de los pasos perdidos, el blog de Antonio, pero ahora no era sólo que se idenficiara con un texto de la red, es que ahora era él quien lo protagonizaba. Había pasado del despecho al protagonismo.

Y qué sería de él a partir de ahora. Es imposible que me convierta en el personaje de este relato, se dijo, una vez más.

Y tomó una determinación, haría todo lo posible para que esto no sucediera, para que la historia no progresara, para que los hechos no tuvieran ninguna relevancia, para aburrir al lector, para que desistiera de la lectura y que cansado cerrara con sólo un click la ventana de este blog.

Y se puso a leer. Eligió el libro más aburrido que encontró. Se acomodó bajo la luz de la ventana. Puso música. Cogió las gafas y se las subió con el índice. Y de pronto sonó el teléfono, en la calle se escuchó un estruendo ensordecedor y su madre empezó a gritar alarmada en la planta de abajo.

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